Sin palabras para describir la celebración de la consagración de la Sagrada Familia. Y lo mismo por la tarde, un acto sencillo, pero tremendamente emotivo.
Y Lugo también estuvo allí. No sólo porque estuvimos representados oficialmente por el obispo y el vicario general, sino porque nos consta que más de un diocesano residente en Cataluña se acercó para participar de la fiesta.
Además hay otra presencia permanente, de la que no oí hablar en los medios de comunicación, pero que es justo destacar. Muchas de las piezas que configuran las columnas de la nave central son lucenses. Hace años se había publicado en la prensa que en el taller que don Manuel Mallo (q.e.p.d.) tenía en Outeiro de Rei se estaban elaborando los capiteles que adornarían la nave principal del templo. Las fotos mostraban unas figuras un tanto particulares, de apariencia rara al verlas fuera de contexto. Ayer, completadas con todos los adornos, y engarzadas en su lugar resultaban preciosas. Y es que muchas veces nos equivocamos al juzgar algo parcialmente, sin tener en cuenta la mayor complejidad del todo.
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