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Días en las diócesis

sábado, 25 de septiembre de 2010

PEREGRINACIÓN DIOCESANA





Con los de pañoleta. Con los de etiquetas amarillas.
Con dos pastores. Con algunos niños.
Con los de Fonsagrada. Con los de Melide. Con los de Silleda. Con los que están fuera. Con los que están aquí.


Con los de mi parroquia. Con los que no pudieron entrar porque el aforo estaba completo.



Con los que estuvieron toda la misa de pie y con los que se buscaron dónde sentarse. Con los que cantan muy bien (¡Gracias, Orfeón!) y con los que tienen buen oído ... para la pintura.
Con los que quiero.
Con los que no conozco de nada.
Con los que se quedaron.
Con los de ciudad.
Con los de aldea.

Con TODOS (incluso con los que me olvido), hoy me he sabido más IGLESIA.
De Norte a Sur, de Este a Oeste, siendo muchísimos, éramos uno solo.
Con nuestras pequeñeces y nuestras miserias de siempre, pero con una gran esperanza: ¡podemos!, como Santiago y su hermano Juan. Y mira tú de lo que fueron capaces ellos dos.

La verdad sea dicha, nosotros íbamos a pedir, no porque seamos muy pedigüeños, sino porque somos muy limitados. Y la ofrenda que llevábamos estaba cargada de peticiones. Se supone que 'ofrenda' está relacionado con 'ofrecer' y no sé si seríamos capaces de ofrecer algo más que disgustos.
Al principio, un poco de coba: que si somos muchos, que de sitios muy distantes, que si en nuestra diócesis queremos tanto al Apóstol que la décima parte de las parroquias están bajo su protección, que tenemos un montonazo de problemas, que si ... ¿Y quién puso la cara para decir todo eso? Pues Josefina Palmeiro, que delegada de Apostolado Seglar tenía que ser.


Menos mal que dijo que la culpa de nuestros males no era de Santiago el Mayor, ni del presidente del gobierno o de la Xunta, ni del vecino de enfrente.
Alto y claro (aunque lo de alto algunos lo pusieron en duda. Con la de otorrinos que hay...) dijo que es que nos estamos olvidando de nuestra fe, nos olvidamos del Señor, y de poner en práctica los dos mandamientos que nos dejó: el amor a Dios con todo el corazón, y el amor al prójimo como Él mismo nos amó. ¡Y luego nos quejamos de los problemas! aunque eso sí, haberlos, hailos.
Después expuso una serie de consecuencias de nuestra forma de vivir actual, como por ejemplo, ancianos que mueren solos, matrimonios que no son tal, corrientes de pensamiento que quieren que los cristianos no abramos la boca, niños a los que se les mata antes de nacer, mozos y mozas que quieren ser como ... no me atrevo a nombrarl@, el no tener trabajo o buscar sólo el sueldo más elevado, ...
A partir de aquí, abrió la boca para pedir, y parecía un buzón de correos. El texto está aquí copiado, sin engaños ni omisiones:
"Vimos hoxe aquí para pedir o teu auxilio e a túa intercesión, en primeiro lugar por nos mesmos, para que poidamos gozar da gran perdoanza que renove as nosas vidas, as nosas familias e a nosa Igrexa; para que saibamos vivir como verdadeiros discípulos do Señor, unidos como comunidade eclesial, capaces de facer presente na nosa sociedade unha proposta e unha esperanza coa nosa propia maneira de vivir. Necesitamos para iso tamén sacerdotes, que continúen a misión apostólica nas nosas parroquias, que teñan o ímpeto da xuventude e a paixón que te movía tamén a ti."




"Queremos pedirche en particular, querido Santiago, unha cousa: algo da audacia e da confianza coa que respondiches ó Señor Xesús cando che preguntou, a ti e ao teu irmán Xoán, se poderiades beber o cáliz que El tiña que beber. ¡Podemos! Respondiches entón, e ¡podemos! queremos responder tamén nos, tranquilos pola túa presenza e a do noso Señor, seguros de que a nosa forza nos vén do Pan e o Viño convertidos na Eucaristía en comida e bebida de salvación."

"Confiamos na túa intercesión ante Xesús noso Señor, para que todos nós camiñemos xuntos como Igrexa diocesana, certos e unidos na fe, capaces de contribuir ó ben da nosa terra."



"Coa túa axuda esperamos, santo Apóstolo, ver cumprido o noso desexo, que a nosa Diocese sexa unha comunidade viva que saiba continuar a túa misión evanxelizadora, hoxe no noso mundo. Amén."
La verdad es que yo salí de allí con la sensación de que algo de lo que acabábamos de pedir ya se nos hubiese cumplido. ¡Qué genial!.

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