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Días en las diócesis

martes, 5 de octubre de 2010

No lo puedo evitar


Lo siento, pero no lo puedo remediar. Comenzar a leer y escuchar los negocios que se van a hacer con la venida del Papa a Santiago y Barcelona, y acordarme de una película, es todo uno.
Balcones que dan a la Sagrada Familia , a 1.000 €, a 3.000€, o a al mejor postor. Pisos de estudiantes, y eso que ya sabemos lo que en Santiago se entiende por “piso de estudiantes”, a 2.000€ el fin de semana.
Cada vez que se relaciona la visita de Benedicto XVI con ganancias extra, (generalmente en dinero “B”, que es el negro de toda la vida) en mis neuronas salta la chispa y la imagen de Beto, el protagonista, escapando de la policía de la frontera se instala en mi mente. Y me río, en bajito, pero me río.
Es posible que en España las cosas no sucedan como en Uruguay, donde se desarrolla la película. Es posible que aquí se vaya más a lo seguro a la hora de montar un negocio de un solo día. Es posible que casi todo sea posible a la hora de ganar dinero. Pero seguro que después de ver ” El baño del Papa” nos reafirmamos en la idea de que no es oro todo lo que reluce.

El argumento, salvando las distancias, nos puede sonar a lo que estamos viviendo estos días:

Año 1988. En Uruguay, en una pequeña ciudad ubicada en la frontera con Brasil, sus habitantes esperan ansiosos la visita del papa Juan Pablo II. Se empieza a hablar de cifras: llegarán cientos de personas. No, miles. Algunas fuentes bien informadas hablan de 50.000 visitantes...

Los habitantes, pobres en su mayoría, saben lo que significa: 50.000 peregrinos querrán comer, beber, querrán comprar banderas de papel, recuerdos, medallas conmemorativas. Llenos de entusiasmo, más que la bendición divina, esperan conseguir una pequeña parte de felicidad material. Beto, un contrabandista de poca monta, está convencido de haber dado con el mejor negocio de todos. Que otros se encarguen de freír montañas de chorizos y hornear bollos, él se hará rico de otra manera.

La proyectaron el año pasado durante la semana de cine. No había mucha gente, como suele pasar, pero creo que los que la vimos salimos con la misma duda: ¿era una comedia trágica o una tragedia cómica?. Tenía sus buenas dosis de las dos cosas. Y, en algún momento, se oyeron carcajadas.

Un premio en el festival de Cannes y otro en el de San Sebastián. Las críticas, favorables, para muestra:

La fuerza del mensaje sociopolítico se une con una sátira muy eficaz
Le Monde

Una comedia social, un comentario acerca de un mundo ignorado
La Croix

El público agradeció el calor y el humanismo que desprende esta modesta película, a menudo ingeniosa y siempre humana
Cinéma fluctuat

Lo malo de esta película es que el final recuerda algo a otra española antigua, de 1952 y de Berlanga que se titula Bienvenido Mr. Marshalll.

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